Enfrentados a la disyuntiva de regresar a una metrópoli o mejorar su calidad de vida, muchos han tomado una decisión: optan por desplazarse distancias más largas para ir al trabajo.
La pandemia no solo cambió la forma en que trabajamos, sino también dónde vivimos. Cerca de dos millones de personas aprovecharon la oportunidad del teletrabajo para escapar de las viviendas caras y pequeñas de las grandes ciudades en busca de una vida mejor en áreas más alejadas.
Sin embargo, con la transición de regreso a la oficina y la creciente popularidad del trabajo híbrido, surge una nueva disyuntiva: ¿mudarse nuevamente o enfrentar trayectos más largos algunos días a la semana? Muchos han tomado una decisión firme: evitarán regresar a las ciudades grandes, costosas y contaminadas.
Los empleados se encuentran ahora más lejos de las oficinas. Aunque el tiempo promedio de desplazamiento ha aumentado, la disminución en el uso de vehículos privados indica que no están sacrificando mucho más tiempo. La pregunta es si este cambio vale la pena, y para muchos veteranos de largos trayectos, la respuesta es sí. El tiempo de viaje se convierte en un espacio para la reflexión y la organización, ofreciendo una hora de tranquilidad antes de que la oficina se llene de actividad.
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Cubrir largas distancias, ya sea en coche privado o transporte público, no es precisamente económico. Sin embargo, muchos empleados, como la ejecutiva Melissa Howard, encuentran que el equilibrio entre el costo del transporte y la vida fuera de las grandes ciudades es beneficioso.
El fenómeno no se limita a Estados Unidos; en España, también se ha observado un éxodo hacia municipios más pequeños, con el 28% de las mudanzas en 2021 dirigidas a estos lugares. Aunque existe un gasto significativo en transporte, la eficiente conectividad de las infraestructuras en España juega a su favor, con un tiempo promedio de desplazamiento de 36 minutos, seis minutos menos que la media europea.
El cambio hacia distancias más largas para ir al trabajo puede ser un ajuste, pero para muchos, representa una oportunidad para una vida más equilibrada y alejada del bullicio de las ciudades. A medida que evolucionan los patrones de trabajo, queda por ver si esta tendencia hacia la vida fuera de las grandes urbes persistirá y cómo las empresas y los trabajadores se adaptarán a esta nueva normalidad.
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